Cuando a finales de la década del 90, el país caminaba directo al precipicio y el gobierno se vio en la “necesidad” (en contra de su voluntad confesa) de aperturar la economía a la inversión extranjera, despenalizar el dólar y dar los primeros pasos en materia del trabajo por cuenta propia, fue en ese momento que los que hoy gobiernan, y lo hacen de manera errática desde hace 52 años, cometieron los errores de los que hoy se quejan.
Fue en aquel momento que crearon un mecanismo para controlar, por la vía impositiva y por la vía de los recursos humanos (ACOREC), el auge de la inversión extranjera. Cerrando la puerta a que fuera el poderoso ejército de profesionales, quien encaminara con su esfuerzo la reanimación económica.
Fue en ese instante, que se lanzaron a derrochar cuantiosos recursos en una “Batalla de Ideas” que solo condujo al país a una “emboscada” donde el pequeño crecimiento económico era re direccionado hacia otros intereses, se movilizó al país no en función de la producción, de los servicios, de la descentralización económica, del impulso de la inversión en aquellos sectores vitales que agonizaban después de 30 años del concepto soviético (agricultura).
Por el contrario, en la primera bocanada de oxigeno que llego a los estrategas, colocaron un freno al otorgamiento de licencias para actividades tan disimiles como un pequeño restaurant, un negocio de alquiler en áreas turísticas o la simple cafetería de alimentos ligeros de los barrios. Todo ello agravado, por la tendencia corrupta, en todos los niveles de la economía ( Cuba ocupa el puesto 69 )
Todo eso sazonado, por el mantenimiento de una política de prohibiciones en sectores tan vitales como las comunicaciones, la tecnología de internet, mientras esta última se convertía en alimento de un mundo cada día mas competitivo en Cuba se montaban férreos filtros de censura, y como colofón en los primeros años de la década del 2000, una feroz represión a todo el espectro de ideas y criterios, con el sacrosanto adjetivo de “mercenarios” y “pagados del imperio”, dejando claro que la única voz valida en la isla es la que legó la dinastía medio gallega medio canaria de Ángel y Lina.
Los estrategas del desastre nunca entendieron, y dudo que hoy entiendan, que abrir la economía a la inversión extranjera y de capitales privados, era un mecanismo sin retorno para salvar lo que hoy todavía intentan salvar, y por el contrario en marzo de 2008 ya colocaron una lista de 160 firmas impedidas de realizar transacciones comerciales en la isla.
No comprendieron ni comprenden que la asociación entre individuos privados, en materia económica, espiritual o ideológica, es una necesidad vital al desarrollo y al crecimiento y que de ella debe nacer el margen de ganancias para ser reinvertido, o el margen de criterios y proyectos, tan amplio como sea posible, para generar espacios de opinión y mecanismos de control natural a males viscerales del socialismo como el robo y la corrupción.
Hoy claman por salvar los esfuerzos de generaciones, que han encontrado en la DIASPORA o la INERCIA, el mecanismo de defensa para tanta restricción y sacrificios y asumen, como siempre, el tono de la “culpa ajena”.
Creo que los estrategas en su afán de poder, no solo destruyeron la economía cubana, han deformado los mecanismos educacionales de las nuevas generaciones, han deteriorado los valores morales de la sociedad, al punto de que el éxito real se mide por el dinero o por las influencias, mas allá de las oscuras formas que se han utilizado para lograrlos.
La calidad de vida ha llegado en nombre de la ideología a niveles tan paupérrimos, que el proyecto de justicia social de aquel enero del 59 a quedado reducido a un montón de diferencias de clases y de beneficios, a un puñado de consignas gastadas y a generaciones fragmentadas por el mundo, viendo a la distancia, el derrumbe de un sueño.
